«El fallecimiento de Su Majestad es doloroso para mí y para todo el Imperio. La antigua tradición dicta que, siempre que muere un rey, otro pastor debe sucederlo. Así, desde el Trono de David, al que ahora estoy llamado, velaré por vosotros con la ayuda de la gracia de Dios» — S.M.I. Haile Selassie I.
Con estas solemnes palabras, Haile Selassie I proclamó su ascenso al trono tras la muerte de la Emperatriz Zewditu. Coronado como S.M.I. Haile Selassie I, conocido como el Poder de la Trinidad, Rey de Reyes y León Conquistador de la Tribu de Judá, su llegada al trono marcó el inicio de una nueva era, no solo para Etiopía, sino para toda África y el mundo.
La Importancia de la Coronación de Haile Selassie I
La coronación de Haile Selassie I en 1930 no fue solo un evento ceremonial, fue un punto de inflexión en la historia de Etiopía. Este líder visionario, que modernizó el país sin sacrificar su cultura y raíces, se destacó como el defensor del pacto sagrado del pueblo etíope, un pueblo con un legado milenario. La coronación de Haile Selassie I rompió con tradiciones ancestrales, atrayendo la atención de líderes y gobiernos de todo el mundo, posicionando a Etiopía como un actor clave en el escenario internacional.
Uno de los momentos más notables fue la decisión de posponer la ceremonia seis meses para invitar a dignatarios de todo el mundo, algo inédito en la historia etíope. Esto no solo simbolizaba la apertura de Etiopía al mundo, sino que rompía con la antigua costumbre de realizar la coronación en secreto. El evento se transformó en un acontecimiento global, proyectando la grandeza de Etiopía hacia los ojos del mundo.
Un Nuevo Protocolo Real
Además de la internacionalización de la coronación, otra innovación significativa fue la inclusión de nobles de todas las regiones del país, algo que no había ocurrido en sucesiones anteriores. Haile Selassie I mostró una profunda comprensión de la unidad nacional al reunir a los líderes de diversas regiones en torno a su coronación.
«Cartas de invitación fueron enviadas por toda Etiopía para príncipes, nobles, jefes, prioratos de monasterios y decanos de catedrales, todos debían venir y participar en nuestra alegría” — S.M.I. Haile Selassie I.
El rol de la Emperatriz también sufrió un cambio radical. En las sucesiones previas, la emperatriz era coronada días después, sin ser ungida ni recibir los honores correspondientes. Sin embargo, en esta ocasión, la Emperatriz Menen fue coronada junto a Haile Selassie I en una ceremonia que le otorgó su justo lugar, en la iglesia y no en el palacio, marcando un hito en la igualdad simbólica dentro del Imperio.
«El procedimiento para la entronización de la Emperatriz es hoy muy diferente de lo que solía ser antes. Según nuestro estudio histórico, la emperatriz no fue ungida con el aceite de la realeza bajo el argumento de que no tenía participación en la gobernación con el emperador. Esto ocurrió en el tercer día» — Haile Selassie I.
La Grandeza de la Ceremonia
El día anterior a la coronación, las vestiduras reales, la corona, el cetro y otros símbolos de poder fueron llevados en un desfile ceremonial hasta la iglesia de San Jorge, donde permanecieron toda la noche para ser bendecidos. A medianoche, la familia real acudió a la iglesia para orar hasta el amanecer, cuando los invitados internacionales llegaron para presenciar el histórico evento.
Antes de la coronación, Haile Selassie I realizó un juramento solemne sobre un evangelio cubierto de oro, comprometiéndose a fortalecer la fe, proteger al pueblo etíope y promover el desarrollo espiritual del país. Este acto reflejó la profunda conexión entre la realeza y la religión en Etiopía, enraizada en su milenaria tradición.
«Y uno de los ancianos me dice: No llores: he aquí el león de la tribu de Judá, la raíz de David, que ha vencido para abrir el libro, y desatar sus siete sellos» — Apocalipsis 5:5.
La coronación de S.M.I. Haile Selassie I no solo fue un evento de trascendencia política y espiritual, sino que marcó el inicio de un nuevo capítulo para Etiopía. Su liderazgo fue clave en la transformación de su país, y su legado perdura hasta hoy en la memoria colectiva del pueblo rastafari y de aquellos que lo ven como el «Rey de Reyes».











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