A menudo, algunas personas critican al Rastafari por el tipo de trabajo que realizamos o el empleo que tenemos, cuestionando si recibimos un sueldo o no. Estas críticas suelen traducirse en juicios de valor, acusándonos de ser «vendidos a Babilonia» o de no ser verdaderos Rastas.
Sin embargo, esta percepción está lejos de la realidad. Tal vez algunos no lo sepan, pero al igual que cualquier otra persona, los Rastas también comemos, nos vestimos e incluso buscamos recreación. Y, al igual que el resto de la sociedad, entendemos que en este sistema todo tiene un precio; nada es gratis.
Dicho esto, profundicemos en el tema, comenzando con una cita de Su Majestad:
«La pereza es la semilla del pecado, la pobreza y el descontento.»
La propaganda que Babilonia ha difundido sobre los Rastas nos presenta como si todos fuéramos artesanos o músicos de reggae, viviendo despreocupados en la playa o en el monte, con un chalice en mano. Pero la realidad es muy diferente: los Rastas seguimos las enseñanzas de Su Majestad.
El Rey de Reyes nos educa, tanto con sus palabras como con su ejemplo, inculcandonos la importancia del trabajo y la productividad, no solo para nuestro beneficio, sino también para el de nuestra familia y nuestra comunidad.
Las Sagradas Escrituras nos advierten contra la inutilidad y la pereza, recordándonos que aquellos que no se esfuerzan serán arrojados a las tinieblas. Cuando aceptamos a Rastafari en nuestros corazones y profundizamos en su estudio, nos damos cuenta de que no existe ninguna ley que nos prohíba trabajar y progresar. Al contrario, todo nos conduce por el camino del desarrollo espiritual y material, tanto como individuos como nación.
Ahora bien, podrías preguntarte: ¿Qué pasa con la idea de no trabajar para Babilonia? La clave está en discernir si el trabajo que realizamos es beneficioso y honesto, o si, por el contrario, nos convierte en cómplices de quienes actúan con malas intenciones.
Si hemos comprendido el mensaje de Su Majestad, sabremos evaluar nuestra labor con la rectitud, la moral y ética necesarias. Un buen ejemplo de esto son los artistas Rastafari: llevan el mensaje de Jah, pero para hacerlo de manera masiva, deben integrarse en un sistema.
La responsabilidad recae en ellos para asegurarse de que su trabajo no caiga en manos de mercenarios, sino en las de quienes transmitan el mensaje de forma honesta y justa para todos.
Para ilustrar mejor este punto, cito nuevamente a Su Majestad:
«Es natural en el hombre luchar por una vida mejor, desear educar a sus hijos, aun cuando él, como padre, nunca fue educado; desear brindarles refugio y vestimenta, aun cuando él no tuvo esas ventajas; luchar para mantenerlos a salvo de las enfermedades que a él lo azotaron. Pero cuando todo esto se quiere alcanzar a expensas de otros, estos deseos deben ser frustrados y los medios empleados deben ser despreciados y refutados.»
Esta cita nos muestra que el instinto de protección lleva al hombre a buscar lo mejor para sí mismo y su entorno. Sin embargo, si ese esfuerzo implica dañar a otros o violar preceptos divinos, debemos tener la capacidad de darnos cuenta y rechazar tal actividad.
Por ello, creo firmemente que no trabajamos para Babilonia. Trabajamos con personas de bien y para hacer el bien, utilizando las capacidades y dones que Jah nos ha dado.
Debemos ser lo suficientemente honestos y maduros para encontrar un lugar donde nuestras manos y corazones limpios puedan estar en paz, sin cargos de conciencia.
Es cierto que existen mansiones Rastafari que se esfuerzan por producir y generar su propio sustento, evitando en la medida de lo posible trabajar para algún tipo de sistema o empresa.
Algunas congregaciones incluso confeccionan su propia ropa y cultivan sus alimentos. No obstante, siempre necesitan algo del exterior, y para obtenerlo, elaboran diversos productos, que venden para conseguir lo que falta en casa.

Su Majestad nos enseña que el crecimiento espiritual debe ir acompañado de un avance material. La clave está en mantener un equilibrio: que la ambición no ensucie nuestro corazón, pero que tampoco caigamos en un fanatismo religioso que nos haga abandonar el progreso necesario para el desarrollo de la naSión.
Así como existen Rastafari que prefieren evitar trabajar para grandes empresas o sistemas, también encontramos hermanos que son abogados, doctores, físicos, o que tienen pequeños negocios y trabajos en la ciudad.
Entonces, ¿significa esto que unos son más Rasta que otros? Para nada. Todos, a su manera, siguen las Divinas enseñanzas de Su Majestad. Todos están siguiendo el camino que El Elegido de Dios nos ha trazado.
Incluso, el código de conducta Rastafari nos habla de adaptarnos a las leyes de la sociedad, siempre y cuando no interfieran con nuestra Sagrada Fe y principios como Rastafari.
Lo importante es desarrollarse y progresar siempre en equilibrio con nuestra vida espiritual. No podemos crecer y avanzar abandonando nuestra espiritualidad, porque ese tipo de crecimiento es vacío y, tarde o temprano, nos llevará por un camino de decadencia, alejándonos de la verdad y la rectitud. Como dice el proverbio: «El negligente en su trabajo es hermano del que destruye.»
En última instancia, ser Rasta no se define por el trabajo que realizamos, sino por cómo vivimos nuestra vida y los valores que seguimos. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de actuar con integridad, trabajar con propósito y buscar un equilibrio entre nuestro crecimiento espiritual y material.
Al entender y aplicar las enseñanzas de Su Majestad, podemos navegar por el mundo moderno sin perder de vista nuestra identidad y nuestros principios.
El verdadero desafío quizás no es evitar Babilonia a toda costa, sino encontrar nuestro lugar en el mundo, donde podamos ser fieles a nuestra fe y contribuyentes al bienestar de nuestras comunidades. Al final del día, lo que importa no es el trabajo que hacemos, sino el amor, la justicia y la verdad que llevamos en el corazón.
Recordemos siempre que nuestro trabajo, cuando se realiza con manos limpias y un corazón puro, es una extensión de nuestro servicio a Jah.
Así, podemos avanzar con la tranquilidad de saber que estamos en el camino correcto, construyendo un futuro mejor para nosotros mismos, nuestras familias y las generaciones venideras.











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